Cataclismo: Gilneas y la nueva raza Ferocanis

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Gilneas está situado en la península al sur del Bosque de Argénteos. El reino humano prestó su apoyo a la Alianza durante la Segunda Guerra, pero el rey Cringris no tuvo reparos en romper todas las relaciones con el mundo exterior, cuando quedó claro que la Alianza necesitaba a Gilneas más de lo que Gilneas necesitaba a la Alianza.

Sin que el resto del mundo lo supiera, la oscuridad envolvió Gilneas después de que las puertas de la Muralla de Cringris se cerraran, y la maldición de los ferocanis asoló la nación. Poco tiempo después, los habitantes de Gilneas se enfrentaban los unos a los otros en una sangrienta guerra civil que dejó el reino destrozado.

Sorprendentemente, los habitantes de Gilneas han logrado aferrarse a los últimos vestigios de humanidad… por ahora.

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Los ferocanis son una raza de bestias-lobos ferales que inspiran miedo con sólo pensar en ellos. Existen innumerables teorías sobre su historia, si bien sus orígenes permanecen sumergidos en el misterio.

Según archivos registrados, los ferocanis existieron durante cierto tiempo en Kalimdor. Incluso, pruebas más recientes sugieren que su verdadero origen puede estar relacionado con los elfos de la noche y una orden secreta druídica del lejano pasado de Kalimdor. Pero hasta que aparezcan nuevas pruebas, esta información no deja de ser mera especulación.

La primera aparición de la que se tiene constancia de los ferocanis en los Reinos del Este se remonta a la Tercera Guerra, cuando el archimago Arugal utilizó a estas bestias-lobos como arma contra la Plaga. Sin embargo, pronto sus propias armas se volvieron en su contra, cuando la maldición de los ferocanis se extendió rápidamente entre los humanos, transformando a hombres y mujeres corrienteshttp://www.wow-europe.com/cataclysm/_images/artwork/ss35.jpg

en criaturas crueles y voraces.

Arugal acogió a muchos de los ferocanis en su seno y se retiró a la antigua mansión del Barón Filargenta, ahora conocida como el Castillo del Colmillo Oscuro. Sin embargo, esto no sirvió para contener la maldición, que continuó en las tierras de Argénteos e incluso se extendió por la legendaria nación amurallada de Gilneas, donde la maldición llegó rápidamente a niveles de pandemia.

Los ciudadanos de Gilneas se vieron atrapados, sin ninguna posibilidad de escapar, por lo que decidieron retirarse a las profundidades de aquel dominio aislado, donde sobrevivieron, temerosos de la presencia salvaje que acechaba más allá de las barricadas.

La tensión entre los ciudadanos desplazados aumentó con el tiempo, terminando en una guerra civil que ahora amenaza con desestabilizar aún más esta nación asediada.

No obstante, todavía hay algunos entre los habitantes de Gilneas que se aferran a la esperanza, a la creencia de que existe una cura contra la maldición de los ferocanis, aunque muchos otros han perdido toda fe y viven con el temor de que si algún día caen las barricadas, su humanidad desaparecerá para siempre.


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