Islas Perdidas y la nueva raza Goblin

La idea preconcebida de que cualquier goblin vendería a su mejor amigo por un puñado de oro no es del todo incorrecta: muchos de ellos lo harían y algunos incluso lo hacen.

La verdad es que bastantes goblins combinan un perspicaz sentido de los negocios con un cierto nivel de… flexibilidad moral. Por ejemplo, después de que el cataclismo despertara el volcán de su isla natal, uno de los príncipes mercantes goblin descubrió que se conseguía mucho dinero ofreciendo a los asustados goblins un pasaje a un lugar seguro en su barco, cogiendo todos sus ahorros y después vendiéndolos como esclavos. Un plan astuto, hasta que este (y el barco) se hicieron pedazos durante un fuego cruzado naval entre una flota de la Alianza y un solitario barco de la Horda. Los supervivientes del naufragio llegaron a tierra en las Islas Perdidas, cerca de la costa de Kalimdor. Allí descubrirán que las densas junglas de la isla albergan muchos misterios y más de una sorpresa desagradable.

La raza goblin, originariamente esclava de los trols de la selva de la isla de Kezan, se vio obligada a extraer menas de kaja’mita de las entrañas volcánicas del Monte Kajaro.

Los trols utilizaban este poderoso mineral para sus rituales vudú, pero tenía un efecto inesperado sobre los esclavos que estaban en constante contacto con él: la kaja’mita generaba una inteligencia prodigiosa y nueva en los goblins. Tras crear sus propios y poderosos artefactos de ingeniería y alquimia en secreto, los goblins pronto derrocaron a sus opresores y reclamaron Kezan como suya. Las minas que una vez fueron su cárcel, su campo de esclavitud y la base de su rebelión se convirtieron en la ciudad de Minahonda. Entretejida a través del corazón de la isla con túneles serpenteantes, bóvedas y tubos de lava, Minahonda es el fiel reflejo del complejo e impredecible pensamiento goblin.

La codicia natural de los goblins pronto los hizo destacar como expertos en mercantilismo. Los príncipes mercantes surgieron durante la Primera Guerra cuando los goblins más astutos supieron sacarle provecho a la contienda. Se amasaron grandes fortunas, y la isla de Kezan se convirtió en un hervidero de flotas compuestas por barcos mercantes goblins. Uno de los príncipes mercantes aceptó prestar los servicios de su facción a la Horda durante la Segunda Guerra. Tras la derrota de la Horda, los goblins aprendieron del ejemplo fallido de sus socios, y pronto se dieron cuenta de que sus beneficios podían duplicarse de no llevar una relación tan restrictiva. Al final de la Tercera Guerra, los goblins proveyeron armamento, vehículos y arteros servicios tanto a la Horda como a la Alianza. Pero esto no habría de durar para siempre…

Recientemente, los goblins de Kezan han encontrado en la Alianza un nuevo enemigo: unos encuentros inesperados y nada provechosos con esta facción han sacado a algunos príncipes mercantes de su cómoda neutralidad. Tras reforzar antiguos pactos con aquellos que otrora fueran sus aliados, los goblins han sido recibidos en la Horda con los brazos abiertos.


Deja tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*

*

  1. Responsable de los datos: Miguel Ángel Gatón
  2. Finalidad de los datos: Controlar el SPAM, gestión de comentarios.
  3. Legitimación: Tu consentimiento
  4. Comunicación de los datos: No se comunicarán los datos a terceros salvo por obligación legal.
  5. Almacenamiento de los datos: Base de datos alojada en Occentus Networks (UE)
  6. Derechos: En cualquier momento puedes limitar, recuperar y borrar tu información.