Destino: Capítulo III

Destino: Prefacio
Destino: Capítulo I
Destino: Capítulo II

Shellene y yo entramos en la casa y mientras desayunaba le expliqué todo lo que había ocurrido aquella noche, decidí no contarle nada de mi nueva admiración por la forma de luchar de aquel extraño. Shellene se quedó muy preocupada por el hecho de aquella atención que él me dedicó antes de marcharse, pensaba que nunca es bueno que un enemigo se quede con tu cara. Yo me reí. Se marchó para cerrar todas las puertas y ventanas por si a aquel miembro de la horda se le ocurría esconderse allí.
El día pasó lento. Intentaba mantener entretenidos a los niños, con juegos y concursos, teatros y batallas legendarias, pero no estaban muy conformes con aquel encierro.

Hacía ya unos años que podría haber dejado el orfanato, cuando cumplí la mayoría de edad, pero había preferido quedarme allí, ayudando a Shellene. Cada año las guerras se cobraban más vidas y más gente se unía a las batallas, así al orfanato cada vez llegaban más niños sin hogar ni familia.

Hacia mucho tiempo, una noche, Lord Grisillo Quiebrasombras, el instructor de Paladines, volvía a su habitación en la Catedral, cuando vio un pequeño bulto junto a las escaleras. Allí, arropada entre mantas, había una pequeña, pelirroja y sonrosada que lo miraba con los ojos bien abiertos y sonrientes. Me llamó Naini.

Así fue como bajo la protección de Lord Quiebrasombras y el cuidado de Shellene crecí. Todo el tiempo libre que me dejaban los estudios los pasaba en la Catedral. Grisillo siempre supuso que me convertiría en su discípula en las artes de la guerra, pero, la verdad, nunca me sentí atraída por la batalla. Pasaba la mayor parte del tiempo entre los libros de la Biblioteca, conociendo y aprendiendo la historia y las leyendas de Azeroth.

Ya caía el sol cuando Sam fue a buscarme.
– ¿Qué pasó?- pregunté ansiosa.
– Era un pícaro, al parecer robó algo de la habitación de Shaina y se marchó. Creemos que vino solo. No hemos encontrado nada, ni ha pasado nada más en la ciudad. Ya podéis estar tranquilas-. Sonrió Samuelson.
– ¿Sam, está Grisillo en la Catedral?
– No, está en el Castillo informando, creo.
– Está bien… bueno, mañana le buscaré- dije, algo contrariada, esperaba que pudiera ayudarme.
– ¿Necesitas algo? Sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites- ambos nos habíamos criado juntos y aunque la formación militar de Sam nos había distanciado, él siempre intentaba pasar el mayor tiempo posible conmigo, cosa que solía agradecer.- Esta noche sería mejor que no salieras, de todos modos, los guardias están atentos a cualquier movimiento y no me gustaría que te confundieran.
No pude más que echarme a reír, más de una vez me habían detenido en mis paseos nocturnos confundiéndome con algún ratero. Sam también reía.
– Esperaré hasta mañana, gracias de todos modos.

Pasé toda la noche soñado con aquel extraño ser que se movía con esa sorprendente velocidad y desaparecía y aparecía a su antojo. Desperté al amanecer con una extraña sensación de urgencia. Pensaba en como sería luchar así, manejar esas pequeñas dagas y aún así dejar fuera de combate a un guerrero experimentado. Necesitaba saber más.
Salí temprano dispuesta a buscar cualquier información que pudiera encontrar. Sabía que en la biblioteca de la Catedral no iba a encontrar nada, así que decidió ir a buscar a Adair Gilroy, un bibliotecario que regentaba una pequeña librería en el Distrito de los Canales, cerca de las mazmorras. Seguro que allí encontraría algo de interés.

– Buenos días, señorita, ¿puedo ayudarla en algo?
– Buenos días, me gustaría saber si tendría algún tipo de libro sobre las distintas clases de combate.
– ¿Algún trabajo de clase, joven?
– Más bien, algunas dudas existenciales.
– Ya veo… -Adair me miró con recelo- veamos lo que podemos encontrar.
Sacó de la estantería que estaba junto a la puerta un libro de tapas grises.
– Creo que voy a necesitar algo un poco más… completo.
– Si quisieras darme algo más… de información – imitó mi tono al pedírselo – tal vez pudiera encontrar aquello que buscas.
– Bueno, un amigo me comentó algunas cosas sobre los pícaros y me gustaría comprobar algunas de sus teorías-. Le sonreí con cierta coquetería, que no pensé fuera a funcionar.
Se produjo un silencio tenso hasta que Adair sonrió para sí y se dio la vuelta, yéndose hasta el fondo de la tienda. Cuando volvió traía en las manos un libro muy pequeño, como un pequeño bloc de notas, de tapas desgastadas.
– Perdona, pequeña – dijo, con aire contrariado- pero es lo único que he podido encontrar. No creo que te sea de utilidad, la mayoría son leyendas, pero…

– Si quieres un lugar tranquilo para leer, te recomiendo el Parque- me dijo cuando ya me marchaba- por allí no va mucha gente.
– Oh, gracias.


Deja tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*

*

  1. Responsable de los datos: Miguel Ángel Gatón
  2. Finalidad de los datos: Controlar el SPAM, gestión de comentarios.
  3. Legitimación: Tu consentimiento
  4. Comunicación de los datos: No se comunicarán los datos a terceros salvo por obligación legal.
  5. Almacenamiento de los datos: Base de datos alojada en Occentus Networks (UE)
  6. Derechos: En cualquier momento puedes limitar, recuperar y borrar tu información.