Relato: Dahen, el preludio al cambio

Relato: Dahen, el preludio al cambio


¡Aloha! Hoy os traemos un pequeño relato de la mano de nuestro colaborador Diego Oblitas: Dahen, el preludio al cambio.

Relato: Dahen, el preludio al cambio

Echado en la cama, solo se podía observar a un elfo, la casa deshabitada, los vidrios rotos y la noche helada. Mientras se retorcía con movimientos errantes, la dificultad para respirar se hacía cada vez más clara, había algo que le retumbaba en la mente, viejos recuerdos que quieren volver para despedirse, él por el contrario no se quiere despedir de su pasado, de su vida, aunque sabe que falta poco. Lo que lo llevó a estar en esa posición no fue más que su propia voluntad, la voluntad movida por el mismo pasado que ya no quiere seguir arraigado en su mente. De repente una voz familiar, unos movimientos bruscos y la luz de una vela lo hicieron despertar.

Se trataba de uno de sus mejores amigos, alguien que decidió acompañarlo y apoyarlo y mientras le ayudaba a limpiarse el rostro, le iba buscando las prendas necesarias, sabía que algo se estaba acercando tenían que hacerle frente, aun conociendo la precaria condición del elfo en la cama…

  • No sé si fue un sueño, un recuerdo, o simplemente me estaba despidiendo de mi cordura – le comentaba mientras se secaba del cuerpo el sudor helado – pero me alegra haber visto de nuevo a mi hijo, y también vi que estaba tu hija.
  • Hace tiempo no los vemos, cuando acabemos aquí, podremos ir a visitarlos – le respondía el compañero mientras traía mas agua – quizá si fue un recuerdo, cuando íbamos a Darnassus a visitarlos, ya sabes, cuando estaba todavía Helenah.
  • Aún está, viejo amigo, aunque no como nos gustaría, y me parece que sí fue una de esas tantas tardes – se levantaba y buscaba su viejo cayado en los alrededores con la ayuda de una vela – no nos podemos quejar, vivimos unas buenas vidas, aunque te seré sincero – hacia una pausa larga mientras se miraban fijamente – a ti te falta vivir un poco más que a mí…
  • Kaserk, no discutiré contigo en estos momentos – se daba media vuelta mientras dejaba unos pergaminos en el suelo – tenemos que apresurarnos…

Mientras sonreía para sí mismo y dejando la vela a un lado, levantó del suelo un cayado bastante antiguo, o por lo menos eso aparentaba. Del mismo color que las ropas que ahora traía puesto, más alto que su portador y notablemente resistente, se notaba que era no solo un arma, o un apoyo, era también el compañero de toda la vida, era la voz de la razón que le impedía perder la cordura a su dueño. El viento empezaba a golpear la casa en la que se encontraban, y se escuchaban pasos a la distancia – Menos mal estas a mi lado en el momento preciso – pensaba para sí mismo mientras se acercaba a ver por la ventana a quienes se avecinaban, aunque grande fue su sorpresa al ver que había una niebla tan gruesa que parecía ser una muralla.

  • ¿Que estás haciendo? ¿Se puede saber? – Preguntaba el elfo del cayado.
  • Estoy tratando de limpiar esta niebla, no estaba cuando regresé, pero se le veía venir.
  • Tú crees que se trate de…
  • No lo creo, estoy más que seguro, huele a insecto – cortaba rápidamente el otro elfo.
  • Amigo, tantos años conociéndonos, y siempre se me olvida que somos principalmente la misma raza…

Así era, mientras quien estaba de pie en la ventana era un Kaldorei, el que estaba arrodillado se trataba de un Sin’dorei, primos lejanos que se separaron por unas cuestiones bastantes complicadas, pero aun sería mucho más complicado el explicar el cómo se reunieron de nuevo. Hace ya tantos años se visitaban continuamente haciendo que la amistad que forjaron, se endureciera como diamante, pues siempre contaban el uno con el otro, y solo esperaban que sus hijos respeten esta nueva tradición familiar, tener como mejor amigo, a un elfo contrario.

  • Ya está listo, y disculpa la demora, pero necesitaba encontrar unos hechizos.
  • ¿Sabes Thanior? Estaba pensando en porque simplemente no nos sacas de aquí, ¿Hay algo que te lo impide?
  • Efectivamente, esta niebla no solo es muy densa, mientras caminaba pude observar unos seres, parecían ser orcos, no pude acercar mucho, pero se podía sentir una gran magia saliendo de ellos, y con tanta magia vil, no estoy muy animado de usar algún hechizo, la sed es muy grande cuando sientes esas vibraciones…
  • Tranquilo, yo haré que te cures con…
  • No con hierbas, ya no por favor –interrumpía de forma sarcástica mientras le daba un leve empujón en el hombro – ya estoy harto de tomar tantos años de tus infusiones especiales, y aunque gracias a eso estoy parado aquí, solo espero que regresemos rápido, hay mucho por informar.
  • Algún día tendrás que aprender a hacerlos por ti mismo – susurraba mientras le hacía frente a la niebla.

Levantando el cayado al techo, comenzó a susurrar un hechizo, en ese momento Thanior dejó caer un pergamino desde la ventana y soplando a través de sus manos comenzó a crear una esfera transparente, del cielo comenzaron a caer unas leves gotas de luz, y se juntaban en dicha esfera, creando un hermoso paisaje, como si del firmamento se tratase. Continuaron haciendo esto durante unos minutos, y cuando la esfera era del tamaño preciso para confundirla con un globo de feria, de esos grandes que venden cuando llega la luna negra, y el interior estaba lleno de diminutas luces, Kaserk dejó de susurrar y Thanior dejó de soplar, en la mente de ambos, este sería un buen plan para disipar la niebla, ahora habría que ver si resulta, o por el contrario…
Lo dejó caer por la ventana y al tocar con el pergamino, explotó, creando una luz cegadora solo comparable con el mismo sol, fue tan grande que logró disipar la niebla por completo, pero lamentablemente lo que se podía ver a través no era para nada agradable.

  • ¡De donde salieron tantos! Cuando salí y regresé, juro haber visto como una decena, no tantos… – la expresión de Thanior era desconsoladora, era verdad lo que decía, solo habría visto algunos mientras caminaba buscando la información que le habían pedido, y eso era números, él había visto número no exactos pero si aproximados, y no se acercaban a lo que tenían al frente, eran muchos más, miles más de lo que habría podido esperar.
  • Tranquilo amigo, Elune nos ayudara.
  • Espero que tu diosa pueda de verdad salvarnos, no será fácil salir de esto…

El problema no sólo era la parte delantera de la casa, pues de seguro había tantos acercándose por delante, como por los cuatro hemisferios lo que hacía imposible que salgan de ahí caminando. Se encontraban pensando en las posibilidades que tenían, y sabían muy bien que las cosas no iban a salir bien, tenían que retirarse inmediatamente, y aunque Thanior no quería usar magia, este era el momento idóneo para usarlo. Alguien tendría que sacrificarse para que el otro salga, y ahora que su amada estaba en una contienda contraria a la suya, y su hija estaba en buenas manos, iba a caer ante la magia que se encontraba alrededor para poder salir, entonces se decidió por empezó a invocar el portal de salida cuando…

  • Alto querido amigo. – Kaserk lo detuvo inmediatamente – Sé porque no querías usar tu magia, y está bien, los orcos ya debieron de haber descubierto nuestro paradero, y pronto no sólo estaremos contra nuestros amigos los insectos, pero considero correcto el que hagas este pequeño ritual, no considero oportuno el que pienses en quedarte. – Inhaló fuerte y luego exhaló – Ya te dije que tú tienes que vivir más tiempo, tu hija te lo agradecerá, Elune me habló en estos sueños que tenía – miraba su cayado mientras sonreía tristemente – ella me mantenía con las raíces en la tierra, ella evitaba que sucumbiera ante las pesadillas. Y me explicaba que pronto tendría que partir, no le digas a mi hijo todo lo que te he dicho, será el último favor que te pido, desde ahora me convertiré en una estrella, y que desde ahí lo vigilaré a él y a su madre, que brillaré sobre Darnassus, viejo amigo, sé que me quieres contradecir, pero es mi voluntad, no me la niegues, deja que mi diosa tenga razón. Adiós hermano.

Sin dejar tiempo a una respuesta, levantó el cayado al cielo una vez más, y esta vez un gran tifón se hizo a su alrededor empujando a la casa con su viejo amigo al cielo, mientras este lo veía y tenía sentimientos encontrados, – si hay que morir que sea peleando – se repitió incontable cantidad de veces, sabía que no podía dejar a su amigo morir solo, pero tampoco podía ir en contra de sus deseos, los orcos no demorarían, y con ese tifón tanto ellos como los insectos se apresurarían más, pero estando en el aire del desierto en el que se encontraban, pudo ver algo, ambos podían sobrevivir, la pericia y la velocidad eran ahora determinantes, no iba a dejar que su amigo muriese.
Levantando su mano para luego golpear la palma contra el suelo, grito un conjuro para abrir un portal, susurrando otras palabras comenzó a conjurar un remolino en los pies de su amigo con la clara intención de levantarlo e irse, pero algo lo detuvo, el cielo se nubló inmediatamente, lo que le sorprendió pues a no haber más la niebla, no se imaginaba que podía estar ocultando al sol.

Al darse vuelta, supo que su amigo no iba a regresar, el cielo se había vuelto de noche, no eran nubes, era como que el sol se hubiese escondido de nuevo, se veía moverse todo el firmamento, el cielo se estaba cayendo, y eso no era buen augurio, al ver de nuevo a su amigo, observo que estaba atrayendo la atención de todos los enemigos mientras sacudía todo su cuerpo y gritaba lo que parecía ser un extenso y antiguo hechizo. Todo estaba claro, quería eliminar a la mayor cantidad de enemigos mientras aún tenía vida, pero no se iba a quedar quieto, sabía que por lo menos no se iría con los brazos vacíos, así que mientras Kaserk hacia caer el cielo, y quemaba con la furia del sol y la luna a los enemigos que se iban acercando, Thanior se preparaba para crear otro ritual, algo más complicado – teletransportarse uno, es algo sencillo, pero teletransportar a otro, y en contra su voluntad, es algo realmente complicado – se dijo a si mismo mientras veía los cambios de forma de su amigo, haciéndolo recordar a su hijo – si algún día es tan bueno como la mitad de lo que eres, te aseguro que será un archidruida, pero eso lo veras tú mismo –se dijo mientras cerraba los ojos para recitar el ultimo verso del ritual.

  • Algo salió mal, le juro que hice todo para traerlo con vida, no sé qué sucedió, sólo cerré los ojos un instante… – sollozaba Thanier con su viejo amigo en sus brazos, arrodillado frente a sus jefes. – Él debió vivir, tenía que aguantar unos segundos más… No puede hacernos esto.
  • Tranquilo mago – Un hombre le golpeaba la espalda, lo que le hizo voltear inmediatamente – La luz funciona de manera similar a la tierra, o quizá su diosa y nuestro dios es el mismo, de ser así hay algo que te puedo decir, y es que no existen las casualidades, no sólo le salvo la vida a su mejor amigo, si no que ahora gracias a él podremos ir a Silithus mejor preparados – este hombre mayor de edad, pero con un semblante digno de un joven caballero en su mejor momento, respondía por la Alianza y en especial por los humanos – te doy la mano, para que pasees por los campos de tu amigo sin problemas, únete a la alianza, serán bienvenidos, tanto tu como tu hija. De esta manera, podrás cuidar a su hijo.
  • Alto señor Bolvar – Se limpiaba las lágrimas mientras no soltaba a su amigo – le agradezco, pero me sorprende que alguien como usted sepa que mi amigo tiene un hijo en Darnassus.
  • No te extrañes Thanier, sé muy bien quien era en vida tu amigo, ahora ponte de pie, que tu amigo no te querría ver de rodillas. Gracias por contarnos su historia…
  • Mientras todo esto ocurría, simultáneamente en Darnassus está por pasar un pequeño incidente…
  • Padre… – susurraba un joven elfo tratando de despertar…

Continuará…


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