Relato: Los Patrones de la Luz

Relato: Los Patrones de la Luz


¡Aloha! Hoy os traemos un pequeño relato de la mano de nuestro colaborador Diego Oblitas, Los Patrones de la Luz.

Relato: Los Patrones de la Luz

Selenaz iba caminando por aquellos árboles, la noche era negra sin estrellas, si levantaba la vista sólo hubiera visto las nubes que tapaban la noche, unas nubes que no harían otra cosa que ponerla más nerviosa, y es que, aunque toda su vida vivió entre las tormentas, jamás podía permanecer tranquila mientras la lluvia y el viento demostraban su fuerza. Decidió no mirar al cielo, tanto por las nubes, como también porque no había nada allá arriba para ella, nada que la pudiera ayudar.

No podía ver más allá de lo que su mano alcanzaba y caminaba mientras sentía el frío de la hierba frotar sus pies descalzos. No recordaba cuando fue la última vez que se puso algo para protegerlos, seguramente eso nunca sucedió, sus manos arañadas, las uñas rotas, cabello largo negro y andrajoso, sus ojos perdidos pero que demostraban un gran calor con ese color café tan aromático, una ropa destruida por las inclemencias de las tormentas, la nariz rota y los labios resecos por la sed eran los matices que terminaban de adornar a esta niña, que cayendo de rodillas por el hambre y la sed, solo lloraba mientras buscaba, pedía, exigía y gritaba en silencio una ayuda divina en este frío, se quería rendir, dejarse llevar por lo que se acercaba, ya no tendría miedo, estaría tranquila, no tendría que rezar a la nada esperando algún tipo de milagro, solo podría dormir en paz y conocer por fin a sus padres, podría ver al cielo despejado, sin hambre y sin sed.

Llorando y llevando su mano al estómago, susurraba una y otra vez mientras su voz se iba apagando que diez años era mucho, ella no debió haber vivido tanto…

  • Te lo juro por la luz, escuche por aquí un ruido – renegaba una persona – Solo hay que seguir buscando, empieza a confiar en mí.
  • No voy a discutirte Katherine, solo diré que confío en ti, pero no entiendo porque tenemos que venir – respondía un hombre con apariencia fiera pero voz suave, rasgos fuertes que no intimidaban, más bien hacían sentir a quien lo viera, protegido – No deberíamos estar aquí, el Alto Señor Varín nos debe estar esperando, el viento empieza a ser más fuerte…
  • Creo que fue un error haberte pedido que me acompañes, pero creo fervientemente que la luz me trae aquí, algo debe pasar aquí… – Miraba al suelo mientras se acercaba a un árbol para seguir buscando – y no estaré tranquila hasta que sepa que ocurre, si deseas puedes regresar.
  • Está bien Katherine, confío en la luz más que en cualquier otra persona, y si ella te habló, confiaré en lo que me dices, te acompañaré.
  • Muchas gracias Sammuel…-respondía mientras le devolvía la sonrisa, sus cabellos dorados eran capaces de iluminar el camino, y su sonrisa, sin duda la más pura que podían ver los mortales, razón por la cual le llamaban “Katherine La pura”. – Alto, ¿escuchaste eso? Son susurros…

Katherine iba buscando por la hierba sin luz alguna, nadie tenía que saber que estaban fuera del sagrario, había órdenes de no salir, los no-muertos estaban a la orden del día, y ahora más que nunca tenían que permanecer unidos. De repente logró sentir que una mano rozó la suya, y aunque lo primero que una persona hubiera hecho sería asustarse, ella solo sintió la luz rozándola, aunque apenas podía divisar un pequeño cuerpo echado en la hierba podía sentir un calor especial en su interior, ella era bastante buena percibiendo la luz dentro de los seres vivos, y aunque trabajaba con Sammuel buscando nuevos reclutas, Katherine tenía un talento quizá un poco más pulido.

  • Sammuel, aquí está, ayúdame a cargarla – le decía con una sonrisa que opacaba la oscuridad de la noche – Dime, ¿puedes sentir su fortaleza?
  • Tienes razón, aunque de seguro no la percibo como tú.
  • Rápido, hay que llevarla con El alto Señor Tirion par…
  • No hermana – interrumpió inmediatamente mientras cargaba a la niña – hay una razón por la cual la luz te guió a ti y no a él, creo que por ahora lo mejor es que te encargues de esta niña, vamos yendo que pronto empieza la tormenta.
  • Hablaremos mejor una vez estemos adentro, la niña tiene que comer, mírala, debe tener frío, hay que ayudarla.
  • Así es, la voy a llevar a mi cuarto, al estar detrás del establo, los caballos ayudaran a que los demás no se acerquen demasiado.

Así iban hablando sobre los planes para poder tenerla bajo su cuidado sin que los demás se enteren, por lo menos por ahora, ya que después parecía inevitable el que se enteren de la nueva compañera.
La noche era pesada, los vientos gritaban y la lluvia arrecia, pero la niña no parecía responder a esos estímulos, con los ojos cerrados y las manos apretadas, parecía querer dormir, o quizá cambiar de lugar, no se había dado cuenta de que la habían rescatado. Katherine estaba preparando algo de comer rápidamente, mientras el hermano Sammuel mecía a la pequeña para tratar de hacerla reaccionar. Dentro de sus pensamientos estaban los días de eterno cielo azul, cuando la plaga no era un problema, que si existían problemas, algunos más grandes y otros más pequeños, pero no de esta magnitud, se preguntaba si era necesario que una pequeña como ella, deba seguir presenciando estos horrores, deseaba tener el poder para hacerla dormir hasta que todo acabe, y que así cuando abra los ojos pueda ver el mundo tan hermoso como él lo había visto en varias ocasiones, pero algo detenía ese pensamiento, y es que no importaba que tan mal la vida le hubiera tratado, ella sonreía de vez en cuando, -quizá algún recuerdo gracioso- pensaba mientras sonreía al unísono.

  • A lo mejor podría ser una nueva recluta, la luz es fuerte en ella – Pensaba – me pregunto qué será lo que la luz tiene planeado para ella, si hay algo que aprendí, es que con la luz no existen las casualidades.

Katherine por otro lado estaba terminando de hacer un guiso con verduras traída por los Kaldorei de Darnassus que ellos mismos estaban cosechando para ayudar a combatir el hambre que estaba en todo Azeroth, un poco de carne de Kodo, recién traída por los hermanos Caminasoles, para aumentar la resistencia de la pequeña y unas hierbas aromáticas, cortesía de los Caballeros de Sangre para dar el toque preciso de aroma y sabor, al final como acompañante, un poco de arroz casero que hacían ahí mismo, en el sagrario.

  • Vaya hermana Katherine, huele tan bien que hasta me dio hambre.
  • No te preocupes Sammuel, hice suficiente para los tres, claro que para nuestra invitada hay más.

Katherine no terminó de hablar, pues Selenaz abrió los ojos de par en par, haciendo acto reflejo al olor del guiso en el plato de madera que ya estaba tan cerca que se podía oler hasta la más pequeña de las hierbas. Al reaccionar de su estado, el lugar donde se encontraba, quienes estaban, y que en especial seguía viva, se puso a llorar pero las apariencias engañan, no era por tristeza, aunque tampoco era por alegría…

Continuará…


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