Los Antiguos Dioses en Azeroth

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Hace poco estaba subiendo de nivel mi paladín elfo de sangre (tópicos ftw) y en una misión encuentro este libro que, inexplicablemente, me dio por leer. Este libro in-game se puede obtener de la Celadora Belamoore.

Este artículo está basado en cosas que se pueden leer dentro del juego y algo de especulación por mi parte. Preparaos que viene una larga entrada de texto.

Kegan Darkmar, líder de una pequeña banda de no-muertos que vino a vernos en busca de asilo para escapar de sus «hermanos», desafía nuestras actitudes habituales en relación a los de su especie. Puede que su piel se esté pudriendo o que la sangre haga tiempo que no fluya por sus venas, pero actúa con nobleza, mostrando más preocupación por la seguridad de sus compatriotas que por la suya propia.
De hecho, percibo en él una humanidad que, siendo franco, a veces echo de menos en algunos humanos que conozco.
Pero, ¿por qué digo todo esto? Lo afirmo para dar credibilidad a lo que voy a escribir, ya que estas fueron palabras de Kegan y es mi deseo que, después de leer este diario, mis compañeros entiendan por qué creo en ellas:

«Vestigios de dioses antiguos yacen en las huecas profundidades del mundo. Ahora, nuevas fuerzas intentan utilizar aquel antiguo poder, por lo que aquellos que lo consigan, tendrán en sus manos un arma terrible para combatir a sus enemigos.»

Tales fueron las palabras pronunciadas por Kegan cuando extendió su colgante de sangrita hacia mí, y había temor, y tal vez reverencia, en sus ojos al hacerlo. Cuando sus manos se unieron a las mías, permanecieron inmóviles, como si se negara a entregar el colgante. Sentí cierta repugnancia, pero no recuerdo si mi rechazo se debió a la carne muerta apretando mi mano o si fue el colgante el que me hizo estremecer.

Pero puedo asegurar que noté una fuerza en su interior. Una fuerza profunda, oculta, sedienta. Anhelando ser liberada.
Aunque mis compañeros en Dalaran tomaron precauciones al estudiar las sangritas que Kegan y sus seguidores llevaban encima, en lugar de poner a los cuatro refugiados en cuarentena y dejar las sangritas con ellos, la sinceridad de Kegan me obligó a estudiar su colgante.
Deseaba comunicar a mis compañeros que este tipo de piedra tenía propiedades mágicas, y si nosotros, los zahoríes de Dalaran, no teníamos la intención de aprovechar los poderes de las sangritas, al menos debíamos conocer sus propiedades, porque estaba claro que nuestros enemigos las utilizarían contra nosotros tarde o temprano.

Y así fue como inicié mi investigación.
Realicé algunas pruebas, suponiendo que la sangrita era un tipo de roca, como el cuarzo o la obsidiana. Por ello llevé a cabo una serie de procedimientos para determinar lo siguiente: qué minerales contenía la sangrita, qué fuerzas actuaban para producir su color y dureza, así como otras propiedades comunes a las rocas y a los minerales. Pero para mi decepción, el colgante de sangrita no reaccionó a mis pruebas como lo haría un mineral corriente.
De hecho, ¡solía reaccionar de la forma contraria a la esperada! Era como si el colgante estuviera boicoteando mis experimentos deliberadamente.

Como si tuviera vida y mente propias.

Enfadada, pero sin desanimarme, descarté la idea de que el colgante fuera un trozo de roca inerte, cobrando mayor fuerza la teoría de que se trataba de un ser vivo.

Pero me equivoqué de nuevo.
Ninguna de mis pruebas reveló información alguna sobre el origen de la sangrita. Aquella vez, lo único que saqué en claro era que la sangrita no estaba ni viva… ni muerta.
El corte no era profundo, sin embargo, brotó mucha sangre de la herida. Antes de ponerme un vendaje, buena parte de mi sangre cayó sobre la mesa de trabajo.
La sangre que había derramado cerca del colgante de sangrita se desplazaba lentamente hacia la gema, como si esta tuviera una extraña fuerza de atracción. La sangre que había entrado en contacto con el colgante aparentemente desapareció y el tono púrpura de la piedra aumentaba a medida que bebía de mi sangre.

Y cuando volví a limpiarla, advertí algo muy extraño…

Pero fue en ese momento, a punto de fracasar, cuando se produjo el mayor avance. En mi última prueba, utilicé un vaso de precipitados cuyo borde estaba roto, quedando un pequeño orificio irregular en la parte superior. Al acabar la prueba, sin resultado alguno, fui a limpiar la mesa de trabajo y me corté con el vaso.
Después de presenciar este fenómeno, la cabeza empezó a darme vueltas, quizás por mi herida reciente (aunque realmente no creí que fuera la causa, puesto que no había perdido tanta sangre) o quizás por mi descubrimiento, tras innumerables intentos, de una de las propiedades de la sangrita. Tanteando a mis espaldas, arrastré mi taburete, me senté y cavilé durante un rato. Numerosas preguntas rondaban mi cabeza, mareándome y amenazando con hacerme perder el equilibrio.

¿Acaso la sangrita bebe sangre? ¿Está sedienta de sangre? ¿Atrae la sangre?
¿O acaso está hecha la sangrita de sangre? Y si es así, ¿de quién es la sangre? ¿La mía? ¿O la de cualquier humano? ¿La de algún animal?

O quizás esta gema sea la sangre de algo desconocido, algo que Kegan temía y veneraba al mismo tiempo cuando me dio su colgante.

Esta es la pregunta que necesita respuesta. Es la clave.

Además de sangre, hay fuerzas elementales fundidas en la piedra. Fuego, agua, truenos y piedra se mezclan con la sangre (sí, pero ¿la sangre de quién?) y, si bien esta mezcla es inerte en el exterior, todas estas fuerzas parecen chocar entre sí en el interior. Este sorprendente y premonitorio material planteaba nuevas preguntas.
Pero para responder a estas preguntas, era necesario realizar más estudios y experimentos en el colgante y mucho me temo que el Campo de Reclusión de Lordamere no puede conseguir ni la mano de obra ni el equipo para llevar a cabo esta tarea. Así que envié el colgante de sangrita con un mensajero a Dalaran con instrucciones específicas sobre el tipo de pruebas que era necesario realizar para evitarles mis iniciales decepciones.
Mientras esperaba los resultados de estas pruebas, me dediqué a hablar con Kegan. Aunque le presioné constantemente para que me revelara lo que sabía sobre las sangritas, nunca me contó nada distinto de lo que me dijo el día que me entregó el colgante. Y no solía hablar sobre la época que pasó con el grupo de «Renegados», nombre con el que se refería a su clan de no-muertos.
Pero Kegan estaba ansioso de hablar de otras cosas, particularmente de su infancia en Lordaeron, antes de su caída.

Sigue amando aquel reino perdido, aunque ahora esté arruinado y muerto.

Mi creciente afecto por Kegan me llenó de paciencia, mientras esperaba los resultados de mis pruebas.
Pero transcurridas varias semanas sin tener noticias, mi paciencia se agotó, así que, tras realizar varias averiguaciones sobre Dalaran, supe que la sangrita nunca había llegado a su destino. Mi emisario se había perdido en el camino y el colgante de sangrita ¡se había perdido con él!
Eran graves noticias, porque, aunque Kegan y sus seguidores aún tienen ejemplares de sangrita con los que hacer experimentos, temo que el colgante haya caído en las manos equivocadas.
He enviado a otro mensajero a Dalaran y he oído que, hasta el momento, siguen buscando el colgante en las ruinas que están fuera de nuestra esfera de protección.

Solo espero que no sea demasiado tarde.

Siento haberos hecho leer todo este texto, pero no había otra forma de que lo comprendierais.

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Tras leerlo se deduce que la sangrita está hecha de sangre. ¿De qué sangre? ¿Qué es la Saronita? La Saronita es un mineral derivado de la sangre de Yogg-Saron, por lo que podemos deducir que la Sangrita es la sangre de otro dios antiguo, el Dios antiguo de la Sangre (Yogg era de la muerte).

Para corroborar todo esto también dice que la sangrita está compuesta de los cuatro elementos. Lo que forma Azeroth son cuatro elementos, y la vida de los dioses antiguos está ligada a Azeroth, por lo que podemos imaginar que están relacionados con ellos.

Además… ¿Quiénes eran los lugartenientes de los dioses antiguos? ¡Bingo! Los Señores Elementales. Hay otro PnJ (cuya conversación no os pondré, pero sería interesante que leyérais) en Silithus que nos narra la guerra de los elementos y la corrupción de la que son víctimas de parte de los Dioses Antiguos: Alto señor Demitrian.

Y sigamos, hay más misiones que corroboran todo esto en las Altas Tierras de Arathi: la cadena de liberar a la Princesa Myzrael, atrapada por un gigante elemental de roca (más elementales). Para completar la misión también tendremos que llegar hasta un PnJ, un desertor Crepuscular, que se sitúa también en Silithus (C’thun) y en Costa Oscura (el gran Dios atravesado con una espada gigantesca), que nos cuenta que Myzrael es en realidad un ser malvado, y cuando la liberamos aparece con la skin de Auriaya, ergo es una creación de los Titanes. ¡Y los carceleros de Yogg-Saron también estaban corruptos!

En otro artículo sobre los Dioses Antiguos que publicamos en GuíasWoW se decía que se encontraba uno en Claros de Tirisfal, cosa que dudo. El Dios Antiguo se encuentra en las Tierras Altas de Arathi, pero su poder es lo suficientemente grande para poder susurrar hasta zonas con una distancia similar (veamos Yogg-Saron y la Garganta Negro Susurro).

Este artículo también afirmaba de la existencia de un Dios Antiguo en Karazhan, y en Karazhan actualmente se sitúa la Legión Ardiente, al mando de Malchezaar. También se indica que la sangrita se usa en rituales demoníacos, por lo que… ¿podemos afirmar de una alianza entre Dioses Antiguos y Legión Ardiente? ¿O son los Dioses Antiguos parte de la Legión Ardiente?

Hasta aquí lo que he descubierto, si cojo algo más ya os avisaré


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