Un mundo de sombras – Cecilia Díaz

La lluvia era intensa en Draenor, mientras los orcos se enfrentaban entre ellos para saciar su sed de sangre, y los ríos de ira corrían por sus venas en los combates a muerte, Burghok, un joven aprendiz de las artes chamánicas practicaba en su cabaña, intentando combinar las fuerzas elementales. Tenía un carácter egocéntrico, pensaba que él era el mejor de sus compañeros, bajo la influencia de su mentor, el viejo chamán Ner’zhul, Burghok dedicaba todo su tiempo a convertirse en un gran maestro de las fuerzas de la naturaleza. Aunque era muy joven, ya dominaba muchos aspectos de la maestría chamanística. No obstante, había algo que al viejo chamán no le gustaba de él, y era su ímpetu por ser el mejor, el carácter competitivo que tenía con sus compañeros mostraba un lado oscuro en él, un aspecto sombrío del cual nadie imaginaba lo que podría llegar a realizar. Creía que los orcos eran superiores a los draenei que ocupaban Draenor, les tenía odio y pensar en ellos le causaba repulsión y aunque sus habilidades no eran las de un guerrero orco, la sed de sangre corría por sus venas. Quería demostrar a todos que ya no era un aprendiz, planeaba enseñarles lo que era capaz de hacer, y su determinación y alevosía lo hacían mucho más capacitado para ello que sus compañeros chamanes.

Una tarde fría se dirigió hacia las tierras que los draenei cultivaban, había una pequeña aldea, habitada por familias que dedicaban su tiempo a la agricultura y sus rituales draénicos, con sigilo se quedó mirando como actuaban, esperó que cayera la noche para dar fin a aquellos seres pacíficos e indefensos. Cuando el pequeño sol cayó y la oscuridad se apoderó de Draenor, Burghok entró en una pequeña cabaña, donde dormía un padre con su esposa y sus dos hijos, y con los poderes que más dominaba, los de fuego, y con un acto de extrema crueldad, acabó con la vida de la mujer y los niños, guardó al draenei para el final, para experimentar con un ritual que ansiaba probar. El draenei, cuando vio que su esposa e hijos habían perdido la vida a causa del vil orco, sus ojos se llenaron de ira y fuera de sí intentó dar muerte a Burghok en vano, pues el orco logró fácilmente con varias descargas de relámpagos, causar unas heridas profundas y mortales en el pobre draenei. Una vez terminado el asesinato, Burghok empezó el ritual que había encontrado en un viejo libro que le robó a su Mentor Ner’zhul, escrito por él mismo, su nombre lo atrajo mucho «Cómo levantar a los muertos». Aunque no sabía bien lo que podía ocurrir, ya que nunca lo había practicado, puso todo su valor y su empeño y siguió con el ritual, voces le susurraban al oído, mientras unos poderes sombríos se apoderaban de su cuerpo, esa magia no era la que antaño había practicado, era una magia oscura, una magia negra, la cual no estaba pudiendo controlar, la luz violeta que los poderes emanaban iluminaban la habitación y podía ver aterrorizado como el corpulento draenei recuperaba el movimiento, observó con terror lo que estaba sucediendo y asustado interrumpió el ritual y corrió de nuevo hacia su hogar en el poblado orco. Aquella noche no pudo dormir, las voces le seguían susurrando y el joven chamán no sabía de donde venían, lo que había presenciado horas atrás no tenía explicación para él. ¿De donde había sacado su maestro aquel ritual tan sombrío?

Al día siguiente los guerreros orcos tenían previsto un ataque a los seres azules, planearon un ataque mortal hacia las cabañas del este, los objetivos de estos ataques no eran más que saciar la sed de sangre y apoderarse de esas tierras, cuando llegaron a uno de los poblados descubrieron que no había rastro de ningún draenei, habían huido pocas horas antes y la tierra se había vuelto oscura y estéril, las plantas que los draenei habían cultivado habían marchitado y el olor a putrefacción se respiraba en el ambiente. Inspeccionaron las cabañas y en una de ellas hallaron una criatura, poseia la misma figura que la de un draenei, pero tenía heridas profundas por todo el cuerpo y no parecía controlar sus acciones, daba la impresión de que esperaba alguna orden, los orcos no se podían explicar como las heridas mortales no habían acabado con él. Creyendo que se trataba de algún tipo de brujería, lo ataron y lo llevaron al poblado orco, para investigar que es lo que había ocurrido con aquella criatura.

Ner’zhul, el líder chamán de los orcos, mostró un gran interés por el caso, y quiso investigarlo en privado, comprobó que aquel ser no era ni más ni menos que una creación de la nigromancia, aquel arte que estaba intentando dominar. Sin embargo, el ritual no había sido terminado, a aquella creación le faltaba el último paso, la mente vinculante de su poseedor, que parecía que no hallaba. Ner’zhul recordó que aquel ritual lo había escrito en uno de sus libros e inmediatamente se dirigió a su biblioteca, comprobó que efectivamente su libro de rituales había desaparecido, el libro en el que había estado escribiendo todo aquello que aparecía en sus sueños, cegado por el miedo empezó a buscarlo por todos lados, pero no logró hallarlo. Después de descubrir lo que aquellos rituales hacían, se percató de que aquel poder tan superior podría ser demasiado ambicioso para su raza, sintiendo miedo de condenar a los orcos a ser esclavizados por aquel arte, Ner’zhul decidió no volver a practicarlo ni escribirlo. Ner’zhul decidió dar muerte a aquella creación inacabada y en ese mismo instante, los susurros en la mente de Burghok se desvanecieron.

Burghok seguía asustado en su cama, aunque aquellos susurros habían cesado, no sabía lo que se iba a encontrar, a su lado encima de la mesa se encontraba el libro que le había robado a Ner’zhul, temía que este lo descubriera y planeó como deshacerse de él. Salió al campamento y escuchó como unos guerreros orcos comentaban lo que había sucedido el día anterior, que habían traído el draenei al poblado y que Ner’zhul se lo había llevado a su cabaña. Tenía que deshacerse de aquel libro lo antes posible, si su maestro lo descubría el castigo podría ser mortal. No podía devolverlo a su dueño, ya que seguramente se habría percatado de su ausencia, entonces barajó dos posibilidades, deshacerse de él, o esconderlo en la casa de alguien, para que Ner’zhul creyera que había sido otro el culpable de aquel acto. Había un compañero con el que Burghok competía, su principal enemigo como aprendiz, pensó que sería una buena idea entregarle el libro a él sin que se diera cuenta, eso restaría puntos frente a Ner’zhul si lo descubría y quizás dejaría de instruirle, aquel alumno al que quería dejar fuera de juego no era ni más ni menos que Gul’dan.

Mientras tanto Ner’zhul buscaba el libro, debía recuperarlo, si caía en manos indebidas podría ocasionar mucho daño, no podía permitir que su raza, cegada por el poder, quedara casi extinguida por ellos mismos. Mientras Gul’dan practicaba en los campos de Draenor la magia, Burghok se coló en su cabaña y dejó el libro en su bolsa, en la que llevaba sus apuntes y sus otros libros de hechizos, y se marchó lejos del poblado, cargó su mochila con comida y agua, y se alejó de la multitud para reflexionar sobre lo que había pasado. Tardó varios días en volver al poblado, pero Burghok no esperaba lo que iba a ver en los siguientes días. Todo seguía normal, como si nada hubiese sucedido, estaba confuso, ¿habría recuperado su libro Ner’zhul? ¿qué habría ocurrido con Gul’dan? Para comprobar lo que había pasado fue a visitar a Gul’dan, este lo invitó a pasar y los dos se sentaron en la mesa.

–   ¿Dónde has estado estos días? Ner’zhul está muy enfadado después de lo que ocurrió la otra noche.
–   ¿Qué fue exactamente lo que ocurrió? – preguntó Burghok
–   Encontraron un Draenei moribundo, tenía heridas por todo el cuerpo pero no estaba muerto, Ner’zhul se lo llevó para investigarlo y desde ese día está muy raro, como buscando algo. Pero no me has dicho donde estabas.
–   Fui al campo a buscar draeneis para practicar un poco.
–   ¿Tres días? Tu también estás muy raro. Mira lo que me encontré en mi bolsa el otro día, un libro de hechizos. – a Burghok le inundó el miedo, Gul’dan tenía el libro y lo había leído.
–   ¿Hechizos? ¿Qué tipo de hechizos?
–   No lo se, parecen rituales de algún tipo, pero no se como llegó a mi bolsa. ¿Quieres ir a practicarlos esta noche, cuando todos estén durmiendo?
–   No sabemos que rituales son esos, ¿no sería mejor dárselo a Ner’zhul para que lo viera?
–   ¿Acaso tienes miedo? No me lo esperaba de ti, estás muy raro, normalmente hubieras sido tu el que me lo sugiriera. No se qué te pasa, ¿no tendrás tu algo que ver con lo de la otra noche?
–   ¿Yo? No se de que me hablas – Burghok estaba demasiado nervioso, le sudaban las manos y no sabía que responder. – Esta bien, esta noche iremos a ver de que hechizos se trata.

Burghok, atemorizado volvió a su cabaña, no había sido la mejor idea dejar ese libro a manos de Gul’dan, era demasiado ambicioso y querría dominar aquellas artes, Gul’dan no tenía miedo a nada, era todavía más ególatra que su compañero y quería convertirse en el chamán más poderoso de todos los orcos, aquella noche iba a marcar un antes y un después en la vida de su raza.

Cuando cayó la noche Gul’dan y Burghok se encontraron en las afueras del poblado, cargados con el libro se dirigieron hacia el este, a los territorios de los Draenei, Gul’dan planeaba hacer una masacre, a Burghok le parecía que había estado mirando demasiado el libro, no comprendía porqué tenía tanta ansiedad en probar los poderes que se mostraban en él, parecía diferente, ansioso de poder. Cuando llegaron, y todos los draeneis dormían Gul’dan empezó un ritual, de nuevo los poderes violeta se mostraron y una gran luz emanaba de sus manos, una tenebrosa voz se escuchaba en la oscuridad, y despacio, frente a ellos se empezó a formar una pequeña abertura que crecía poco a poco, creando un portal entre el mundo de Draenor y otro lugar, cuando el portal alcanzó el tamaño aproximado por el que podría pasar un orco, apareció un ser azul, formado por las sombras del caos, y se acercó a los dos jóvenes orcos, terminado el ritual el portal desapareció y el ser de sombra dijo llamarse Kromgak, y que era un abisario, había llegado para servir a su nuevo amo, su invocador Gul’dan. A Gul’dan se le iluminó el rostro y descubrió que aquel libro era mucho más poderoso de lo que se podía imaginar, echó un vistazo rápido y vio un par de hechizos que quería practicar, junto con el abisario y Burghok entró cabaña tras cabaña, y con los poderes de las sombras, la corrupción y el fuego aniquiló uno tras uno a todos los draenei del poblado, a medida que mataba, más era su ansia de poder, su sed de sangre era insaciable, Burghok vio que faltaban pocas horas para que amaneciera y urgió a Gul’dan a abandonar el poblado, ambos sabían que no podían volver a su pueblo con la invocación demoníaca, y creando otro portal, Gul’dan lo envió de nuevo al vacío, prometiendo invocarlo en futuras ocasiones para que le sirviera. Gul’dan estaba radiante, le encantaba su nuevo poder, un poder superior con el que podía destruir todo lo que se le pusiera por delante, los dos compañeros se despidieron, y prometieron no contar aquello a nadie, de momento.


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